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125000 Campanadas por las almas de los desamparados.


(Carta de fray Abelardo. Señorío de Valleahogado)


Ocurrió que en mitad del mes de Ferten (Febrero) llegó noticia al obispado de Valleahogado de que en el norte de la tierra de los Rissodenos había ocurrido una gran catástrofe. Miles de personas habían quedado sin hogar, y algunos rumorearon el por qué. Unos dijeron que fue un gran terremoto, otro que insignes miembros de los gremios habían desahuciado a miles de ciudadanos y demolido sus casas para especular con los terrenos construyendo fábricas y otros talleres para lucrarse, nada estaba claro y solo eran rumores. Lo cierto es que antaño populosas regiones habían quedado despobladas de la noche a la mañana y no eran pocos los rumores de que hablaba de familias enteras que había perdido todo, de cadáveres entre escombros y de la pobreza extrema en el corazón la nación más rica de Thalesia.


Muchos de los habitantes de la diócesis no vieron de qué modo esto podría afectar a sus vidas y siguieron con sus asuntos como si nada, pues que mejor noticia de que esto no pasara en sus tierras. En un territorio como Valleahogado los comunes más que nadie poco puede ser juzgados por rumorear sobre otros, si bien no es la más cristiana de las costumbres. Es conocido que quienes allí aplican la ley son de naturaleza benévola con quién fundada o no expresa su opinión sobre cualquier tema, no sin razón, cuando la cultura y el gusto por las letras es cultivado de forma sobresaliente entre una parte importante de la sociedad, dando pie a la reflexión más o menos prolífica sobre cierto tipo de temas de una forma abierta y sincera.


No fueron pocos los que por motivos personales, familiares o por conocimiento de causa vieron en este hecho una afirmación de que en buena hora el abad Fray Rebeco decreto el Éxodo masivo de 20000 habitantes de Valleahogado a las regiones de Ircae, Unamuno e Ixaen (esta última en Tercios) hace dos años, para librarse de gobernantes que están más interesados en construir estelas para conmemorar la venganza y la destrucción de sus enemigos que en el mantenimiento de quienes religiosamente pagan mensualmente sus tributos.


Las estimaciones más sensatas de la catástrofe cifran a los muertos o afectados en cerca de 125000 habitantes, familias y pueblos enteros. Una población que casi dobla a la del obispado de Valleahogado. De ser ciertos los rumores de que estas gentes perecieron por causa de un terremoto o por la vanidad de hombres crueles, algunos claman que lo justo como es costumbre es que se juzgase a los responsables de tal catástrofe por tan terrible holocausto, intencionado o imprudente. Aunque hubo quienes cínicamente argumentaron a estos últimos que en el "imperio de Rissodenia" las autoridades se preocupan tan poco de la población que eso permitió que el Éxodo fuera un éxito. También quienes a estos últimos les recordaron que 4000 habitantes de Valleahogado fueron asesinados por los adoradores de demonios de Saakrul en Alto Teruel, y que los frailes de la cofradía también tuvieron su responsabilidad en ello, pero estas mismas personas al ser replicadas coincidían en que los imperiales, rissodenos o vasallos, nunca les hubieran dejado huir de ellos mientras quedasen impuestos que pagar.


Rumores y divagaciones a parte los clérigos de la diócesis han tenido actitudes no diferentes a los seglares, signo de la comunión de los religiosos con la comunidad laica. Quienes vieron juicioso seguir con los asuntos de Valleahogado y no encontrar la gubia en el ojo ajeno tranquilizaron a sus parroquias diciendo que en el obispado había problemas de pobreza, que algunas regiones eran más ricas que otras y que la envidia al prójimo solo traen la desgracia ajena a la propia morada.

Otros alzaron un dedo alto acusando en un acalorado discurso a los que consideraban verdugos del pueblo rissodeno, y de otros muchos pueblos antes que ellos. Y que justificaron la rebelión contra los rissodenos, inflamando los corazones de feligreses que recordaban los tiempos de la dominación imperial.

Otros clérigos más afectados, llenos de pena y angustia, sin acusar a nadie simplemente rezaron por el sufrimiento de esas gentes, recordaron el sufrimiento de todos los seres bajo el techo que el padre puso en la tierra de Thalesia, fueron estos últimos los que empezaron las 125000 campanas por las almas de los desamparados, triste tributo de los difuntos.


Permitan lectores, al autor de esta crónica unos momentos de oración y silencio para en vez de glorificar la venganza con monumentos vacuos, llorar la pérdida con palabras de arrepentimiento. El Señor en su Divina Gracia ha querido que esto fuera así más tal vez haya esperanza para estas gentes bien en otras regiones de Rissodenia como el Bastión de Bronce o bien lleguen momentos mejores para la prosperidad de los pueblos de Thalesia.


Oramos pro eoum.


Fray Abelardo XVI kalendas Marsen Anno Fundationalis CLXXXII

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